28/07/2020-Verónica Puente


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*¿Quién sos?

Mi nombre es Verónica Puente, tengo 42 años, soy Arqueóloga recibida en la UBA y allí también realicé mis estudios de posgrado. Soy investigadora adjunta del CONICET y trabajo en el Laboratorio de Arqueología Regional Bonaerense de la Facultad de Humanidades en la UNMDP. También dicto la asignatura Historia Americana General Precolombina, como profesora Adjunta en la carrera de Historia de la UNMDP. Estoy en pareja con Martín y tenemos dos hij@s, Manuel (11 años) y Julieta (5 años).

*¿Qué haces?

Mi trabajo consiste en investigar las formas de vida en el pasado a través de los restos materiales que perduran en el presente. Concretamente, en conjunto con otros investigadores del CONICET, de la UNT y de la UBA, estudiamos cómo vivían las familias y comunidades que habitaron entre hace aproximadamente 400 a 1000 años atrás en Antofagasta de la Sierra (puna catamarqueña) y sus vínculos con la gente que habitó los valles del noroeste argentino y otras regiones distantes. Cómo se organizaban social, política y económicamente, qué comían, qué tecnologías usaban, cómo hacían sus objetos, qué rituales practicaban, entre otras, son algunas de las preguntas que esperamos resolver. Para ello trabajamos de forma interdisciplinaria, por ejemplo con químicos y biólogos.

*¿Por qué lo haces?

La arqueología permite construir memoria, traer al presente historias que quedaron olvidadas  (intencionalmente o no) y que de otra forma sería imposible conocer. Construir esas historias y darlas a conocer es mi principal motivación.

*¿Cuál es el impacto de tu trabajo para la sociedad?

La información que generamos, junto a las actividades de divulgación y transmisión de dichos conocimientos, tienen un impacto directo en los pobladores actuales de las regiones que estudio. Les permite a ellos conocer la historia milenaria del lugar en que viven, dotar de nuevos sentidos los paisajes y sitios que habitan, y en muchos casos identificarse con esas prácticas del pasado. También posibilita recuperar el conocimiento sobre algunas tecnologías o recursos utilizados en la antigüedad. Además, muchos pobladores se forman como guías turísticos locales y la información que generamos desde nuestra disciplina pasa a formar parte de los circuitos visitados y de las historias transmitidas. En síntesis, estas acciones permiten visibilizar y valorar el patrimonio arqueológico, y a partir de ello planificar medidas para su protección.