El científico que nunca dejó de correr

Oscar Iribarne lleva más de 40 años en el mundo de la ciencia. Una de sus pasiones. La otra: el atletismo. Como cada 10 de abril, en el Día del Investigador Científico, desde el CONICET Mar del Plata elegimos a un referente que muestre la pasión y la dedicación en su trayectoria profesional. Hoy hacemos el retrato de un hombre que se dedicó a estudiar procesos y acompañarlos.


 

Oscar Iribarne es nacido en San Antonio Oeste, una “ciudad muy chiquita” costera en la provincia de Rio Negro. Infancia típica de pueblo chico, sin televisor ni ascensor ni semáforos o sea que “ir a una ciudad cualquiera era una aventura, ir a Bahía Blanca era como ir a Nueva York. Mi vida era el colegio, jugar en la costa del mar e incursionar en la biblioteca de mis padres que estaba repleto de enciclopedias y literatura de ciencia ficción”, relata Oscar.

Desde pequeño se debatió entre su pasión por los deportes y su curiosidad y vocación por el mar y sus habitantes. Finalmente, la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) lo vio recibirse como estudiante de la Licenciatura en Zoología del Museo de La Plata.

Antes de recibirse, durante todos los veranos, trabajaba en lo que en aquella época era un pequeño instituto de ciencias marinas (Instituto de Investigaciones Marinas y Pesqueras Storni) de su ciudad: “mi pasión original fue el deporte, siempre el atletismo, y en aquella época también el buceo. Entonces trabajando ahí me dedicaba a tomar las muestras para los investigadores locales, era todo muy precario y colaboré con varias líneas de investigación, más que nada con ostras, vieiras y mejillones. Después, volví a trabajar por dos años, y me enfoque en la pesquería de un pulpito que se lo comercializa acá y fui el primero en trabajar con esta especie enfocado en su pesquería y en la parte social”, afirma Oscar.

Todos esos datos fueron parte luego de su Tesis de Maestría bajo el tema “Biología, Ecología y pesquería de pulpito” realizada en la Universidad de Washington (USA). Luego, las temáticas se fueron ampliando hacia los temas costeros pero aportando más hacia una mirada global de la ciencia y sus aportes: “En realidad me interesa entender los procesos que determinan la realidad actual; entender como funcionan los sistemas. Y en términos ambientales eso implica comprender cuáles son los mecanismos que determinan lo que vemos hoy en la naturaleza; entender eso nos permite -por ejemplo- comprender mejor cuales serán los efectos antropicos y/o del cambio climático”, asevera.

Luego de recibirse vinieron estadías en Estados Unidos, específicamente en Nueva York, San Diego y finalmente en Washington para realizar su Maestría (Master of Science) en el Center for Quantitative Sciences y el Doctorado (Philosophical Doctorado) en la School of Fisheries, ambos en la University of Washington (USA).

Desde los pulpitos y las estrellas de mar, desde Patagonia norte hasta Brasil, Oscar fue recorriendo las aguas y las costas. Después de recibirse en la UNLP, consiguió una beca para Wood Hola (Mass, USA), uno de los mejores centros de estudios oceánicos en el mundo. “Ahí fui a tomar un curso de verano y me encontré con un curso de Ecología Marina orientado a entender procesos. Eso fue un antes y un después porque me ayudó a ver la ciencia de una manera diferente, me hizo apasionar con los procesos, el buscar entender porqué las cosas son como son y porqué se ven como se ven”, explica Oscar.

Por otro lado, su doctorado es en pesquerías y desde allí se enfocó principalmente en el manejo sustentable. Entonces, en un intento de combinar ambas áreas de interés en las últimas décadas enfocó su energía en aportar conocimiento a los procesos de la sustentabilidad en las pesquerías. “La sustentabilidad en las pesquerías puede entenderse lisa y llanamente como la posibilidad de que a futuro tengamos recursos pesqueros, minimizando los efectos perjudiciales al ambiente”, manifiesta.

Y, luego de mas de 12 años, llegó la decisión de retomar a Argentina para desarrollar la docencia en la Universidad Nacional de Mar del Plata con el dictado de la materia Ecología partir de 1995 y su ingreso a la carrera de investigador del CONICET en 1998.

Hoy en día, dirige el Grupo Ecología y es director fundador del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC, UNMDP-CONICET)- que sigue dirigiendo tras 10 años. Y además desde el 2012 es el Vicedirector del CONICET Mar del Plata, y fue desde 2003 al 2010 Director de la Escuela de Posgrado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UNMDP. Por todo esto, Oscar explica que equilibrar la investigación, la docencia y la gestión es importante para abrir camino para los que vienen.

En este sentido, formó más de 70 personas entre doctorandos, investigadores y personal de apoyo y lleva más de 200 trabajos publicados. Y relata: “Durante muchos años formé recursos humanos y en todos se cumplió mi expectativa ya cada uno de ellos me superaron al recibirse, tanto en cantidad como en calidad de su capacidad científica. Y algunos siguen trabajando conmigo. Hoy hago otro tipo de trabajo en ciencia porque en los últimos años me puse a pensar en cómo hacía para que toda esa gente que llegó hasta ahí, tenga mas recursos, una mejor calidad de vida laboral y mejores recursos de investigación…Entonces, dado que en todos estos años, pude acumular conocimientos, experiencias y contactos, mis posibilidades de ayudar en eso son mayores. Y eso se traduce en gestión, porque uno puede conseguir otras cosas como equipamiento, espacio, y lograr así objetivos grupales e institucionales”.

Oscar también fue uno de los promotores -como asesor científico- de la iniciativa nacional Pampa Azul, renombrada a nivel internacional por ser la primera que nucleaba a casi todos los ministerios nacionales con el único objetivo de trabajar en pos de desarrollar investigaciones en el Mar Argentino que contribuyan a consolidar la conservación y manejo de los recursos naturales. Hoy esa iniciativa se transformó en la Ley PROMAR, aprobada por el Congreso de la Nación en 2015, la cual establece un fondo permanente para la financiación de la investigación científico-tecnológica en el Atlántico Sur y que constituye el soporte principal para la implementación de Pampa Azul.

“No tengo ninguna cualidad política”-dice entre risas-pero su trayectoria en ciencia y en la gestión y una necesidad imperiosa de cumplir sus objetivos, hicieron que en 2019 gracias a las acciones de los actuales dirigentes de la UNMDP – Alfredo Lazzereti y Daniel Antenucci- lograran las tierras en la zona del Faro para lo que será el Centro Interinstitucional de Investigaciones Marinas Mar del Plata, el proyecto en el que trabaja actualmente. “Creo que ese será el último trabajo en gestión. Y, de cumplirse, significará un salto cuanti-cualitativo muy importante para las ciencias en el país y para Mar del Plata, sin dudas”, afirma convencido.

Hoy es investigador superior del CONICET, categoría máxima que otorga el organismo. Sus aportes en la docencia y en la creación de espacios multidisciplinares para el estudio de las ciencias marinas continúan haciendo efecto en cadena.

Casado con una colega bióloga, trabajan juntos y tienen tres hijos: su hija mayor estudia Biología, y los dos menores cursan la secundaria (una iniciando y el otro terminando). “Todavía no soy abuelo. Mi único problema con la edad es mirarme al espejo con los lentes, pero sin los lentes no me doy cuenta que pasaron los años”, se ríe jocoso.

Corrió dos Ironman, varios Cruce de los Andes y K42, muchas maratones y compite frecuentemente en todo tipo de carreras pedestres de 10, 21, 42 Km, lo que haya dice, y entrena diariamente. Para este 2020 está entrenando principalmente triatlón. “Me encantaría dedicarme a eso de lleno pero no puedo convencer a las autoridades científicas para que me paguen para correr”, afirma riéndose. Y remarca: “tengo buena relación con mucha gente de la universidad y amigos del atletismo del grupo Infinito. Siempre tuve suerte de rodearme de gente excelente. Son mundos diferentes pero en los dos corro, en uno ya no tanto pero sigo andando”.

Aquella persona que conozca a Oscar Iribarne sabe sobre sus pasiones: la ciencia y el deporte, los procesos ecológicos y el pragmatismo. Es un hombre de pocas palabras, y aquellas que dice son concretas y con mirada firme. Uno lo ve siempre observador, anotando, preguntando y proponiendo soluciones, siempre con su mochila deportiva y su ropa informal. Hijo único. 63 años, no sabe si dejara de trabajar a los 65 pero se imagina entrenando y conectado a la ciencia, ya sea por las pesqueras o por problemáticas ambientales en general y alega “porque esto no es un trabajo, es como tu vida entera, entonces es bastante probable que perdure en el tiempo”.