El 25 de mayo es una fecha significativa para la construcción de la identidad y la memoria de lo que hoy se conoce como Argentina. Por eso, José Vezzosi, doctor en Ciencia Política e investigador del CONICET en el Instituto de Estudios para el Desarrollo Social (INDES, CONICET-UNSE), reflexiona sobre la importancia de esta fecha patria relacionándola con el 40 aniversario de la restitución de la democracia.
“El 25 de mayo y el 9 de julio son dos fechas fundantes de nuestro ser nacional, e invitan a la reflexión desde un ejercicio de memoria histórica, recuperando el acontecimiento al que remiten más allá del bronce en el que fueron grabados por la historia nacional”, plantea Vezzosi, y agrega: “Ese ejercicio implica significarlo desde nuestro presente; pensar la revolución de mayo de 1810 más allá de un pasado ‘bronceado’ que hay que seguir lustrando, y recuperar su valor en relación con el contexto actual de nuestra comunidad política. Implica re-poner y asumir protagónicamente nuestro lugar como sujetos políticos y pedagógicos en la historia, y desde allí proyectar el hacer”.
El investigador propone, entonces, hacer del ejercicio de la memoria histórica un ejercicio político, y sostiene que al reflexionar sobre el sentido del pasado se construye el significado del presente. Esto tendría un impacto real en el presente y nos convertiría en protagonistas y creadores de la historia. “Nuestras acciones y nuestras reflexiones sobre la historia tienen la capacidad de influir y transformar la realidad. Por ello, a 40 años de la restitución de la democracia, resulta necesario pensar al 25 de mayo en un juego político-pedagógico y relacional que nos sitúa como sujetos activos de la historia, y hacedores, también, de la revolución”, afirma el politólogo.
El sujeto político de la revolución
El 25 de mayo, y la semana que lo precedió, han pasado a la historia como el nacimiento de la patria, por la referencia a la conformación del primer gobierno patrio. “En ese momento un grupo de ciudadanos porteños decide ‘reasumir’ el gobierno ante la invasión napoleónica a España. Lo hacen en nombre del rey, lo que se ha conocido luego como la máscara de Fernando VII. Pero también implica un grito de libertad en el contexto regional -recordemos que desde 1809 en la actual Bolivia, en ese momento el Alto Perú, venían teniendo lugar revueltas y deposiciones de autoridades- y mundial atravesado por ideas renovadoras en política, y por revoluciones e invasiones en muchos espacios -independencia de Estados Unidos, Revolución Francesa-”, relata Vezzosi, y remarca: “Ese grito de libertad implicó limitar la imposición de otras voluntades sobre las propias, es decir no ser gobernado por los franceses. Pero también, tal vez enmascaradamente, ejercer esa libertad en función de objetivos, horizontes y búsquedas comunes”.
En este contexto, el investigador se plantea la idea de ver el proceso en conjunto, ya que se está conmemorando una declaración, que, en realidad, fue el resultado de años de trabajo. Sin embargo, para Vezzosi, surge una pregunta fundamental en relación con la libertad: ¿quién o quiénes son realmente los actores políticos de esta revolución? La liberación política es impulsada por la voluntad del pueblo, pero ¿quiénes forman parte de ese pueblo? “Específicamente, ¿quién es el sujeto político de nuestra revolución?”, se pregunta el investigador.
Para dar respuesta a este interrogante, el investigador explica: “El pueblo es una identidad política que no está fija ni definida de antemano, y no se mantiene igual para siempre. Entonces, debemos indagar quién es el sujeto político popular que se ha ido formando en nombre de esa libertad, y también quiénes han quedado excluidos.”, y agrega: “Hace 213 años, los revolucionarios de mayo identificaron un pueblo que seguramente era diferente del que fue abordado por diferentes corrientes políticas a lo largo de la historia argentina, como el modelo del orden y el progreso, el radicalismo, o incluso el peronismo en sus inicios”.
A partir de esa reflexión sobre que la conformación de la identidad de un pueblo es un proceso dinámico y atraviesa diferentes etapas a lo largo del tiempo, surgen muchas preguntas: “En cada momento político, ¿quiénes han sido considerados parte y quiénes han sido excluidos del grupo en cuyo nombre se ha expresado nuestra libertad?; La mujer, el indio, el pobre, el inmigrante, el trabajador, el campesino ¿qué lugares ocuparon en cada una de las etapas de nuestro proceso de formación como país? ¿En nombre de quiénes y en función de qué intereses se ejerció y ejerce la libertad de nuestra patria? ¿Qué proyectos políticos, económicos y culturales hemos propuesto y sido capaces de construir? ¿Qué hemos hecho con nuestro medio ambiente, nuestros bosques, aguas y animales?”, se interroga el investigador.
En este sentido, para Vezzosi, repensar el 25 de mayo desde la actual democracia implica asumir algunos de los desafíos a los que ésta se enfrenta, entre los que el investigador destaca: la exclusión de mayorías populares que además son sometidas a discursos culpabilizantes y criminalizantes; la necesidad una articulación federal más equitativa que implique compartir el poder y los recursos de manera justa, a pesar de las diferencias y desigualdades existentes; el predominio del espectro comunicativo por parte de medios dominados por la lógica del mercado; y la necesidad de atender a las demandas de comunidades indígenas y campesinas que disputan la defensa de sus territorios y culturas.
“Es necesario recuperar la evocación de nuestra revolución del frio bronce de una historia manualizada y políticamente improductiva, y aprovechar la conmemoración para pensar productivamente nuestro presente comprendiendo que aquella revolución es todavía un proceso inacabado. En tiempos neoliberales, parece ser el desafío más apremiante”, concluye Vezzosi.
Por Cintia Romero– Área de Comunicación CONICET NOA sur