8 de marzo: La ciencia del trabajo y las mujeres

Con motivo del Día Internacional de la Mujer, conversamos con Romina Cutuli, investigadora asistente del CONICET Mar del Plata, que se especializa en trabajo doméstico e informalidad.


En 1908 las trabajadoras de la fábrica Cotton reclamaban una reducción de jornada laboral a 10 horas, un salario igual al que percibían los hombres que hacían las mismas actividades y la mejora en las condiciones de trabajo que padecían. El dueño de la fábrica ordenó que se cerraran sus puertas para desalentar la huelga que llevaban a cabo, un incendio consumió parte de las instalaciones y 129 mujeres perdieron la vida ese día. En 1910, se desarrolló la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en Copenhague, donde se proclamó oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en homenaje a las mujeres caídas en la huelga del año anterior.

Más tarde, en 1975 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) instaló el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer con el objetivo de disminuir las desigualdades que surgen a partir del género. Sin embargo y a pesar de los muchos avances que se han logrado en materia de género vivimos en un mundo donde 2.700 millones de mujeres no acceden a los mismos trabajos que los hombres, parlamentariamente son menos del 25% y una de cada tres mujeres sigue sufriendo violencia de género, según datos de la ONU.

Romina Cutuli afirma que: “Aunque los movimientos feministas han logrado grandes avances al poner en la agenda pública el reconocimiento del trabajo de las mujeres, en especial a partir de los paros internacionales de mujeres, todavía resulta vital tener una jornada para recordar nuestra condición de trabajadoras”. Cutuli investiga sobre la informalidad laboral en el servicio doméstico en la provincia de Buenos Aires e integra el Grupo de Estudios del Trabajo, Centro de Investigaciones Económicas y Sociales de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

Cutuli indica que en el sector de casas particulares, históricamente conocido como “servicio doméstico”, es el más feminizado donde un 99 por ciento del sector son mujeres, el colectivo más numeroso de trabajadoras, donde tres cuartas partes de las trabajadoras no se encuentran registradas. La registración implica el reconocimiento público de la relación laboral y la condición de trabajadora. “Lo que puede parecer una obviedad, pero en un sector donde las tareas se encuentran yuxtapuestas con el trabajo doméstico gratuito que desarrollan las mujeres, el carácter laboral del vínculo constituye un gran desafío legal y simbólico cuando el vínculo no está registrado”, explica la especialista.

Investigar sobre servicio doméstico, derechos laborales y segregación laboral es indispensable ya que la incorporación del trabajo doméstico permite repensar conceptualmente los alcances del concepto trabajo. La perspectiva de género, a su vez, otorga elementos para identificar los sesgos androcéntricos sobre los que se sustentó la sociedad del trabajo, y también décadas de investigación social que lo reprodujeron. Por ejemplo, recién en 2014 las trabajadoras de casas particulares tuvieron acceso a aseguradoras de riesgo de trabajo. Este tipo de situaciones llevaron a que no se encuentren registros  de trabajo doméstico en las sentencias laborales. “La negación de los derechos de trabajadora a las empleadas de casas particulares era tal que en la primera Ley de Accidentes de Trabajo de 1915 aparece esta exclusión, cuando el diputado Bas declara que “si una sirvienta está limpiando, cae de la escalera y muere” eso no constituye un accidente de trabajo”, agrega la investigadora.

Además, el análisis del trabajo doméstico debe ser abordado de manera interseccional, considerando las desigualdades que se generan entre las mujeres. Cutuli detalla: “Buena parte del trabajo doméstico de las mujeres de más altos ingresos se descomprime por la delegación en el mercado de este trabajo en mujeres que han tenido menores oportunidades en los mundos de la educación formal y el trabajo y no por una distribución social y de género más equitativa. En este sentido, nos interpela socialmente a revisar las desigualdades y privilegios que reproducimos, y qué lugar ocupamos en ese orden social”.

Cutuli ejerce la investigación desde el año 2008, en simultáneo con la vida maternal, lo que modificó su mirada sobre la relevancia social de los cuidados. “Siento este trabajo como un privilegio y un deber, en tanto me da la oportunidad de abordar cuestiones que considero cruciales para proyectar una sociedad más igualitaria, y a la vez me otorga el espacio y el tiempo para producir este conocimiento”, agrega.

Como marplatense se acercó a la investigación sobre el trabajo siendo protagonista de la situación: “Como joven estudiante circulaba entre trabajos temporarios o a tiempo parcial, precarizada y como hija de una familia trabajadora. El mundo del trabajo precarizado era parte de mi cotidiano como marplatense”. Luego, la experiencia de la maternidad la llevó a intensificar la mirada en las cuestiones de cuidado e interseccionalidad que procura hacer presentes en todas sus investigaciones.

“Puedo imaginar -o desear- un futuro donde las desigualdades por las que hoy nos movilizamos no sean el escenario cotidiano donde las mujeres nacemos y crecemos, y entonces no necesitemos celebrar un Día de la Mujer. Las efemérides, sin embargo, constituyen una herramienta de actualización de la memoria colectiva que vale la pena sostener. En materia de reconocimiento de derechos y políticas públicas tenemos gran cantidad de desafíos pendientes. Si bien el cambio cultural transita otros carriles que discurren juntos pero no al mismo ritmo que la política, ésta tiene una gran potencia para movilizar las transformaciones que permitan vincularnos de manera igualitaria”, concluye Cutuli.