¿Abejas en cuarentena?

Los distintos medios de comunicación han sorprendido durante la cuarentena con noticias que hablan sobre animales conquistando espacios, así es que la naturaleza va tomándose un descanso de la contaminación y es tapa. ¿Cuál es el panorama para las abejas? ¿El ambiente mejoró para ellas también? Matías Maggi, investigador y especialista en insectos sociales, como las abejas, explica el panorama para éstas y para los productores.


Desde el comienzo de la epidemia y a medida que avanzaban las restricciones de circulación para los seres humanos las noticias de animales disfrutando de ciudades comenzaron a inundar las redes sociales. Y, de repente, un optimismo ambiental nos generó esperanza en un panorama que no parecía del todo alentador. Un cielo claro, aire prístino y tardes de silencio se volvieron la normalidad de una ciudad agitada, pero ¿esos cambios generaron mejoras en las condiciones de insectos sociales? ¿El cambio genera un efecto inmediato en organismos tan indispensables para la vida humana y su alimentación, como son las abejas?

El investigador independiente del CONICET, Matías Maggi, especialista en salud apícola y miembro del Centro de Investigación en Abejas Sociales (CIAS) de la Universidad Nacional de Mar del Plata explica que aún es pronto para considerar si hubo un efecto positivo sobre las abejas. Y si surgen noticias sobre la mejora en las condiciones ambientales por reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, de contaminantes en las aguas y de la perturbación generada por el tránsito de los seres humanos aún no se puede establecer si este efecto se traslada directamente a la salud de estos insectos. “En general, necesitamos más tiempo para poder evaluar si el receso que observamos en las actividades humanas en el marco de la cuarentena, tuvo un efecto indirecto en los polinizadores y sus niveles poblacionales. Hoy, podríamos estar viendo más abejas en los campos, pero quizás sólo es algo transitorio y no necesariamente producto del contexto de la cuarentena”, describe el investigador.

Por el contrario, Maggi señala que en este contexto hay que considerar el panorama de la manera más amplia posible, en tiempo y espacio de análisis. Por ejemplo: en Argentina y aún dentro de las restricciones de la cuarentena, durante el mes de marzo, varios medios denunciaron el desmonte de más de 2000 hectáreas de bosque nativo. Y a escala regional durante los cuatro primeros meses del año la tala de selva nativa en la Amazonia brasileña fue un 50 por ciento mayor que lo registrado para el mismo período del año anterior. Maggi detalla: “Si los datos de desmonte que están siendo denunciados son reales, realmente creo que aún en el marco de un receso de la contaminación generada por la actividad humana, las poblaciones de abejas no estarían creciendo. Es difícil esperar que crezcan, si seguimos eliminando día a día los bosques que le dan refugio y alimento”.

El especialista explica además que al momento de evaluar cualquier efecto sobre estos insectos se deberá tener en cuenta los cientos de especies de abejas nativas de Argentina, solitarias o gregarias, que generan servicios de polinización importantes para la conservación y mantenimiento de los ecosistemas en los que se encuentran, sean naturales o agrícolas. Y no sólo focalizar en la abeja europea de la miel, Apis mellifera, que es la especie con la que se vincula inmediatamente la producción apícola.

Dentro del panorama local, y más allá de la perspectiva ambiental, una vez instalado el aislamiento social preventivo y obligatorio, surgió entre los apicultores la preocupación por el acceso a sus apiarios, ya que el aislamiento coincidió con la finalización de las cosechas y el inicio de tareas de saneamiento y acondicionamiento de las colonias para enfrentar el receso otoñal. Maggi cuenta: “el principal desafío en esta coyuntura fue que la cuarentena se inició en un momento clave para las colonias de abejas, que es la post cosecha. A partir de este momento las colonias deben sanearse, especialmente frente al ácaro parásito Varroa destructor, y luego acomodarse bajo ciertas pautas para sobrellevar el invierno y no sufrir las bajas temperaturas. Por ende, si estas actividades no son llevadas a cabo, hay una gran posibilidad para muchas regiones del país que se generen grandes de colonias y consecuentemente económicas”. Estas tareas pudieron ser llevadas a cabo, manteniendo las estrictas normas de seguridad, ya que la apicultura es considerada una actividad de producción primaria y las personas que se desempeñan en estas tareas contaron con los permisos necesarios para circular, al menos para la zona de la Mesa Apícola del Partido de General Pueyrredon, con quienes el CIAS tiene contacto estrecho.

Matías Maggi es biólogo e investigador del CONICET se dedica a estudiar diferentes factores que generan estrés en abejas melíferas y nativas de la región pampeana y trabaja en la temática desde el 2003.