Desechos pesqueros para mejorar cultivos ¿ciencia ficción o ciencia real?

Un grupo de investigadores de la ciudad de Mar del Plata convergen en su estudio en la valoración de desechos pesqueros (langostinos) para desarrollar nuevos materiales que mejoran la fisiología de las plantas especialmente, aquellas fruti-hortícolas y de interés productivo en la región.


Promedia la mañana en Comodoro Rivadavia, un sol radiante calienta las interminables costas patagónicas y la temperatura parece la de un día de primavera. Tanto sol invita a abrir la ventana. Los trabajadores de la oficina de la Secretaría de Ciencia y Técnica  de la provincia de Chubut quieren darse ese gustito e invitar al aire matinal a entrar en las oficinas. Se abre la ventana y un olor nauseabundo invade todo y es que los caparazones de langostinos se acumulan por miles en montañas pestilentes. Si estuviésemos en una película del universo Marvel, por ejemplo, un superhéroe aparecería y resolvería el problema volando los desechos a otro planeta y poniendo a los responsables en su sitio.

Quienes salven esta situación no son personajes de ciencia ficción, sino científicos y científicas argentinos que hacen ciencia real. Así, aparecen en el horizonte, equipos de trabajo científico, que lejos de ser superhéroes vestidos de colores extravagantes, originarios de planetas lejanos, son personas de carne y hueso, que viven en Mar del Plata, que proponen soluciones a tanto desecho y, además, los convierten en productos útiles para el agro.

La industria pesquera comercializa generalmente camarones y langostinos pelados, lo cual conduce al descarte de sus caparazones. En nuestro país, esta industria se localiza principalmente, desde el Golfo San Jorge hacia el sur lo cual genera la acumulación de grandes cantidades de residuos. En la medida en que no se realiza con ellos algún tipo de tratamiento, dicho residuo forma montañas de desechos que generan un gran desequilibrio ecológico debido al cual, hasta las ballenas de las costas del Mar Argentino se ven afectadas.

Pero existe una alternativa potencial para la utilización de dichos caparazones dado que su constituyente más abundante es la quitina. “La quitina es un polísacárido a partir del cual se obtiene su derivado industrial más importante que es el quitosano. El quitosano se produce comercialmente a partir del secado, molido y desacetilación parcial de la quitina. El mismo tiene numerosas aplicaciones industriales por tratarse de un polímero policatiónico, biodegradable, biocompatible y no tóxico”, explica Claudia Casalongué.

En esa dirección nació UNIBIO: Plataforma tecnológica para el desarrollo de agroinsumos sustentables, un proyecto que busca generar productos con valor agregado a partir de lo que habitualmente se considera un desecho biológico.

Claudia Casalongué y  Vera Alvarez, ambas investigadoras principales del CONICET Mar del Plata, junto con Alberto Chevalier, Director de I+D+i y Control de Calidad, GIHON Laboratorios Químicos S.R.L. y Director de Incubadora de Empresas de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP) llevan adelante el proyecto que, entre otros productos, plantea generar bioestimulantes vegetales a partir de quitina/quitosano con alto potencial de aplicación en agricultura, especialmente en el sector fruti-hortícola.

El laboratorio que lidera Alberto Chevalier estudió la forma de extraer quitina/quitosano, y al mismo tiempo sintetizar micropartículas de quitosano logrando procesos de producción en escala de Planta Piloto. Mientras que el grupo de investigación del Instituto de Investigaciones en Ciencia y Tecnología de Materiales (INTEMA- CONICET, UNMDP), liderado por Vera Alvarez, se encargó de la caracterización y selección de las partículas generadas. Desde el punto de vista de su función y aplicación, el grupo de investigación del Instituto de Investigaciones Biológicas (IIB- CONICET, UNMDP), liderado por Claudia Casalongué estudió las propiedades biológicas y los mecanismos de acción de las micropartículas en diferentes procesos de crecimiento y desarrollo de las plantas.

El equipo de trabajo probó diferentes variantes de las micropartículas, entre ellas, sintetizarlas combinadamente con el ácido salicílico como fitohormona “anti-estrés”. Las micropartículas protegen a las plantas frente a estrés debido a la activación de los mecanismos de defensa innatos de las plantas. Así, la investigación demostró que el uso de este polímero biodegradable y no tóxico obtenido a partir de la recuperación de desechos pesqueros constituye un recurso de alto valor industrial para la producción de agroinsumo particulados o también llamados genéricamente “encapsulados” o insumos inteligentes. Varios compuestos bioactivos tanto para el suelo como para la planta se pueden vehiculizar en las partículas como por ejemplo, otras fitohormonas, herbicidas, pesticidas e inclusive microorganismos benéficos a facilitando su acción prolongada en los sistemas donde se aplican.

El inicio del proyecto se remonta al año 2010, cuando Claudia Casalongué le planteó inicialmente a Alberto Chevalier y un poco más tarde a Vera Alvarez la posibilidad de llevar a cabo una plataforma de I+D de quitosano, en el marco de los temas estratégicos planteados por el sistema ciéntifico nacional. Actualmente, la plataforma de UNIBIO tiene como objetivo desarrollar varios productos micro-nanoparticulados con potencial en agricultura y con extensión de aplicación en otros campos industriales.

“El estudio del quitosano como fuente de obtención de micro-nanopartículas fue una novedad a nivel local, si bien para el momento en el que comenzó el proyecto era uno de los polímeros que, a nivel mundial más patentes tenía asociado. Lo interesante de las partículas de quitosano es que además, de su acción per se en las plantas la vehiculización de otros principios activos puede permitir efectos adicionales y la liberación sostenida de los mismos haciendo más eficiente su acción biológica”, cuenta Casalongué.

El proyecto ha sido reconocido en diferentes ocasiones e incluido en una edición especial de la Revista internacional “CarbohydratePolymers”, la cual publicó ocho trabajos que contemplaron la valoraciónde recursos y su valor agregado.También el proyectoUNIBIO reúne cinco patentes presentadas por la UNMDP-CONICET y fue premiado recientemente por la fundación Innova-T.

Por otra parte, el proyecto tiene otros resultados igualmente satisfactorios para sus directoras: “El trabajo multidisciplinario es interesante porque cada grupo se retroalimenta de la interacción y además permite involucrar a personal de apoyo, becarios e investigadores incluso recientemente fue defendida una tesis doctoral que dirigimos con Vera de manera conjunta”, comenta Casalongué.

La plataforma UNIBIO, además de pretender generar soluciones ambientales y mejoras en la industria, estrecha lazos entre las diferentes áreas de la ciencia. Así, el equipo completo de trabajo suma a más de 30 personas entre la empresa Gihon y los grupos de investigación de INTEMA e IIB. Gracias a la investigación conjunta de estos grupos y la capacidad de escalado del producto por parte de la empresa Gihon se estima poder utilizar el bioestimulante para cultivos producido a partir de desechos de la pesca.

Una vez más, la ciencia marplatense encuentra soluciones a problemas de la región, que deberán ser acompañados por decisiones políticas que permitan llevarlas a cabo y sobre todo, demuestra cómo los científicos producen ciencia real, que una vez más, supera la ciencia ficción.