El cine y los villanos científicos

¿Por qué los villanos suelen ser científicos? ¿Qué sucede en el imaginario colectivo que hace que en los comics y en las películas los malos de la “película” tengan un pasado científico? Desde el CONICET Mar del Plata dialogamos con el becario post Doctoral Facundo Giménez para tratar de entender mejor este fenómeno.


La cartelera cinematográfica nos ofrece nuevos títulos cada semana, y entre películas de amor, desamor, drama, ficción y magia aparecen también los superhéroes, dispuestos a salvar el mundo de los supervillanos.  Estos antagonistas, que ven sus planes de destruir el mundo, cuando no el Universo, frustrados por la unión o la fuerza de los héroes suelen estar encarnados, y cada vez con más frecuencia, por personajes con doctorado.

Desde el CONICET Mar del Plata dialogamos con el becario postdoctoral Facundo Giménez  perteneciente al Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS, CONICET-UNMDP) para comprender ¿Por qué parece ser una condición necesaria para ser malvado haber transitado el camino de la ciencia?

Facundo considera que la presencia de villanos científicos no es una novedad y que además  no solamente el cine ha imaginado científicos malvados. «Creo que la historieta, en este aspecto nos enseña que hay una afinidad entre la ciencia y los villanos” explica. El becario ejemplifica con tres  villanos de distintas épocas y de las distintas áreas de la ciencia: Lex Luthor, Dr. Octopus y Ozymandias. Lex Luthor es el conocido enemigo de Superman, fue presentado en 1940 como un científico loco que buscaba la dominación mundial, contando con “milagros científicos en la punta de los dedos”. También nos encontramos con el Doctor Octupus, némesis de Spiderman creada en la década del sesenta, un científico que padece un accidente que le genera el crecimiento de espantosos y útiles tentáculos. Sin olvidar   finalmente a Ozymandias, personaje de Watchmen (1986), presentado como “el hombre más inteligente del mundo”, un magnate que utiliza en su favor las ciencias sociales para coordinar una dominación global que involucra la manipulación económica, cultural y mediática.

Para el joven especialista existen varias cuestiones que pueden explicar esta afinidad entre este tipo de personajes negativos y la ciencia. Los científicos son, a menudo, el negativo o contraparte de los superhéroes; por eso, las historietas, las películas o las series de superhéroes suelen ser un campo de disputa en el que colisionan capacidades extraordinarias: la fuerza física, los poderes mágicos, el dinero y, por qué no, el conocimiento.

Según Giménez este tipo de producciones muestran un doblez en la comprensión de la actividad científica que está sujeta a prejuicios, estereotipos, pero también algunas lecturas que invitan a reflexionar.  “Los científicos malvados encarnan la comprensión de la técnica, no necesariamente de la ciencia, como aspiración irracional o, por lo menos, no ética. En conclusión, no solamente aparece la figura del científico villano, sino el de la ciencia o el de la labor científica como una dimensión peligrosa, incalculablemente dañina, que no comporta una dimensión ética y que, por lo tanto, se vuelve una amenaza constante contra la humanidad”, relata el becario.

Este fenómeno se encuentra vinculado, en gran medida, con ciertas narrativas de la guerra fría y, en particular, al uso aberrante de la técnica que posibilitó las más traumáticas experiencias durante el siglo XX. Así es que muchos científicos malvados se encuentren asociados al uso de armas nucleares o a intrincados planes de dominación mundial o galáctica.

Facundo señala que en este mundo dicotómico, lo que parece sobresalir es una desconexión entre labor científica y sociedad, o peor: una conexión fatídica que, lejos de mejorar la vida de las personas, la transforma en una pesadilla. Y agrega: ”En este último punto, me parece maravilloso cómo se repite esa figura del accidente, ese espacio involuntario de la ciencia que nos entrega una dimensión traumática: una mosca que se mete en las pruebas de teletransportación, la puerta que se cierra, de pronto, en una compuerta atómica, ese virus que escapa del laboratorio”.

Según el especialista desde la ciencia hay una distancia -muchas veces inevitable- entre una mirada crítica y ciertos usos cotidianos de la ciencia. Y reflexiona al respecto: “Esta distancia nos permite usar el microondas, encender el motor de un auto o pronunciar la palabra “deconstrucción” sin tener que saber poco o nada de cómo se generaron cada uno de estos desarrollos científicos. Esa comodidad resulta, paradójicamente, incómoda cada vez que esa relación no fluye y debemos preguntarnos cómo funcionan las cosas. La ciencia, muchas veces, se presenta como una caja negra que, si bien moviliza cambios radicales en nuestra vida, resulta perfectamente inaccesible”.

¿Cómo desarticular en el imaginario esta dicotomía ciencia-maldad? Para Facundo una de las posibles soluciones se encuentra en reforzar la inscripción de los científicos en la sociedad, algo que puede llevarse a cabo a partir de proyectos de transferencia o divulgación que visibilicen las tareas de la labor científica. “No me refiero, solamente, al impacto directo de sus investigaciones en la vida sino, más precisamente, a la comprensión por parte de la sociedad de  la  importancia de estos trabajos en la comprensión de la realidad y de su cambio”, analiza Facundo.

Además, hay que agregar el análisis con perspectiva de género, ya que las mujeres están sub-representadas y existen categorías específicas para ellas dentro de los personajes de ciencia. Desarmar estos preconceptos de científicos representados en el cine, parece una tarea titánica, pero no es imposible, desde el CONICET Mar del Plata se trabaja a diario para mostrar la ciencia marplatense y lo  lejano que está de esos estereotipos. Y por otra parte no hay que olvidar que en el cine también se encuentran científicos que buscan hacer el bien como Bruce Banner en Hulk, Bacterio en Mortadelo y Filemón o el recién estrenado Dr. Strange en el Multiverso de la Locura en la pantalla grande.

Facundo Gimenez es Doctor en Letras y en su tesis doctoral indagó en la relación entre la poesía y las imágenes del cómic. Actualmente analiza cómo el consumo cotidiano, que va desde la música comercial y las modas juveniles,  hasta las compras del supermercado y la gastronomía, se cuela en las dicciones poéticas de la última literatura española.

 

Por Daniela Garanzini para CONICET Mar del Plata