La emancipación en las revoluciones de mayo

Como todos los años el mes de mayo trae consigo la conmemoración de dos fechas relevantes y de implicancia social y política para nuestro país: el 1 de Mayo y el 25 de Mayo. Ambas fechas, si bien comenzaron su gestación en momentos históricos y lugares diferentes, tienen un concepto que las une: la emancipación. Gustavo Contreras, investigador asistente del CONICET Mar del Plata, explica el significado histórico y por qué podría unirlas el concepto de revolución.


El Día Internacional de los Trabajadores o 1 de Mayo, es recordado como un día de reivindicaciones sociales y laborales a favor de las clases trabajadoras desde 1889. Por su parte, el 25 de Mayo es la conmemoración de la Revolución de Mayo de 1810, un hecho histórico revolucionario que generó las condiciones para la conformación de la Argentina.

  • ¿Qué significan históricamente estas dos fechas?

Podríamos decir, en términos muy generales, que el 25 de mayo remite a una “revolución consumada”, en la cual un sector de los habitantes del Virreinato del Rio de la Plata aquel día de 1810 formó un gobierno local que dio inicio a su emancipación de la corona española. Comenzaba así un profundo proceso de trasformación que iría dejando atrás el régimen colonial y avanzaría en la estructuración de un nuevo estado, en la construcción de una nación y en el desarrollo de una economía moderna de tipo capitalista, dándole en su desenvolvimiento forma y contenido a la Argentina. Allí el reconocimiento que tiene la fecha.

En cambio, la conmemoración del 1 de mayo refiere a una “revolución deseada”, a un anhelo por parte de amplios grupos de trabajadores y trabajadoras de distintos países del mundo en pos de liberar al conjunto de la humanidad de la explotación y la opresión del capitalismo. Es verdad que en distintos momentos y en diferentes latitudes, algunas parcialidades obreras han festejado en torno a la efeméride los avances logrados a favor del proletariado por vías reformistas o revolucionarias. Sin embargo, las metas más profundas que se propusieron inicialmente las manifestaciones del Día Internacional de los Trabajadores son, todavía hoy, objetivos a alcanzar en casi la totalidad de los países del mundo, sino en todos. Tal vez se podría decir algo similar sobre los ideales más ambiciosos de independencia, libertad, fraternidad, igualdad y soberanía que defendieron algunos de los revolucionarios de 1810.

  • ¿Cuáles fueron las causas externas que dieron vida a estos acontecimientos revolucionarios?

La revolución de mayo de 1810, como muchas de su tipo en Hispanoamérica, debe su condición de posibilidad inmediata a la invasión napoleónica de 1808 sobre la península ibérica. La caída del rey Carlos IV y la prisión de su heredero, Fernando VII, dejaron acéfalo el gobierno español y, por lo tanto, sus colonias de ultramar. Como reacción a la ocupación francesa, en España surgieron Juntas de gobierno, las que pronto se fueron formando también en Hispanoamérica. Su razón de ser consistió en asumir funciones ejecutivas y legislativas, por lo menos mientras durara la invasión napoleónica. Esta acción política involucró conjuntamente a quienes formaron las Juntas para defender el trono de Fernando VII con aquellos que ya estaban imbuidos con las ideas del iluminismo y el liberalismo, y que tenían un concepto elevado de los procesos desatados por la primera revolución industrial con epicentro en Inglaterra, por la independencia norteamericana de 1776 y por la revolución francesa de 1789. En este sentido, la revolución de mayo puede leerse también en cierta sintonía con las revoluciones burguesas que se iniciaron en Europa a fines del siglo XVIII y que lograron influencia a nivel internacional.

Por su parte, la conmemoración del primero de mayo nació como respuesta  a la suerte de los mártires de Chicago. Las protestas iniciadas aquel día de 1886 en dicha ciudad no sólo fueron ferozmente reprimidas, sino que varios de sus dirigentes fueron condenados a muerte y ahorcados. Los obreros y las obreras en huelga, acompañados y orientados por anarquistas y socialistas principalmente, habían proclamado la consigna de los tres ochos: ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de ocio e instrucción. El trágico final de muchos de los involucrados y el extendido sentimiento de justicia por las demandas impulsadas potenciaron las peleas por las 8 horas de trabajo en muchos lugares del mundo, pero también por terminar con el capitalismo y su Estado. En este punto, las luchas emprendidas pueden analizarse como una reacción obrerista contra las consecuencias negativas que trajeron aparejadas las citadas revoluciones burguesas a escala planetaria para las mayorías proletarias. Con este trasfondo, la Segunda Internacional Socialista, en su Congreso realizado en París en 1889, tomó la causa  de los mártires de Chicago como ejemplo y declaró el primero de mayo como Día Internacional de los Trabajadores. Los anarquistas coincidieron en la resolución. La fecha debía conmemorarse en todos los países del mundo al mismo tiempo. En este marco, trabajadores y trabajadoras de algunas ciudades de la Argentina, ya desde el 1° de mayo de 1890, se sumaron a la protesta obrera mundial.

  • ¿Cómo se construye el concepto de “emancipación” en ambas fechas?

Tiendo a pensar que la revolución de mayo de 1810 remite a un concepto de emancipación que, en primera instancia, se opone a la dominación de potencias extranjeras sobre territorios que le son por definición ajenos. Así, el repudio inicial contra la invasión francesa sobre España y sus colonias, expresado política e institucionalmente por las Juntas de gobierno, se fue convirtiendo en América Latina en un rechazo generalizado a todo tipo de dominación colonial. En este recorrido, la emancipación en gran parte de los países de Latinoamérica, y en Argentina en particular, se fue definiendo a favor del gobierno propio y la libertad de comercio.

En cambio, la revolución que propusieron las conmemoraciones iniciales del primero de mayo se sustentaba en un concepto de emancipación concebido en términos de clases sociales. En su formulación originaria, la clase obrera estaba destinada a encabezar un proceso de transformación emancipadora en nombre de las clases sociales explotadas y oprimidas, tal como había sucedido en la breve pero intensa experiencia de la Comuna de Paris de 1871. Su objetivo no era otro que acabar con el capitalismo y su estado y, con su final, terminar también con el dominio de la burguesía y de todas las clases sociales explotadoras y opresoras. Su apuesta original, como situación superadora, era por una sociedad sin clases sociales, denominada principalmente como socialismo, comunismo o comunismo anárquico.

  • ¿Cómo fueron cambiando la significación de estos hechos a lo largo del tiempo?

Paradójicamente, la historia no está sólo en el pasado. Los hechos pretéritos siempre se enuncian desde un presente determinado y por intérpretes social, política y culturalmente situados. Un relato histórico entonces nos habla no sólo de lo que pasó en otros tiempos sino también del propio narrador y su contemporaneidad. Ambos aspectos están imbricados, más aún en fechas conmemorativas donde el análisis histórico está acompañado inevitablemente por posicionamientos sociales, políticos y teóricos.

Muestra clara de ello son los contrastes entre los dos festejos oficiales del centenario y el bicentenario de la revolución de mayo de 1810 o entre las formas y contenidos con las que tradicionalmente la izquierda argentina conmemoró el primero de mayo y cómo estas fueron cambiando en el país con la irrupción del peronismo. Obviamente, las interpretaciones y las disputas de sentido sobre ambas fechas no se agotan en estas variantes, solo citadas a modo de ejemplo para señalar lo circunstancial que pueden ser las miradas históricas sobre las efemérides y los diversos modos en que éstas pueden ser conmemoradas. Lo cierto es que a nadie se le escapa la importancia de ambas fechas, y seguramente por eso, su significación está siempre inmersa en una batalla por los sentidos de la historia y también, por qué no decirlo, del presente.