Usaba pantalones. Fumaba en público. Sacó la licencia de conducir. Escribía artículos que llevaban su firma en el diario La Nación. Se casó y tuvo un amante. Pensar esto un siglo atrás hace que la dimensión de los hechos adquiera un volumen extraordinario. Pero además de todo eso, Victoria Ocampo fue editora, traductora, ensayista, mecenas y ocupó un lugar preponderante en el campo cultural de nuestro país durante buena parte del siglo veinte. Falleció un 27 de enero de 1979, pero su extenso legado aún sigue analizándose. Soledad González, historiadora, becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), miembro del Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales (IGEHCS) y del Instituto de Estudios Histórico Sociales (IEHS), reunió en 2018 las investigaciones que había realizado en torno a su figura como intelectual, como mujer y como miembro de la elite en el libro Victoria Ocampo: escritura, poder y representaciones, editado por Prohistoria.
“Victoria Ocampo es una de las mujeres más importantes de la cultura argentina del siglo XX –asegura-. Fue un personaje controvertido, estudiada por varios investigadores e investigadoras desde distintos enfoques. Fue amada y odiada, enaltecida y criticada. Pero no se puede pensar en la cultura argentina de buena parte del siglo XX sin recuperar a Victoria Ocampo”.
En su libro, González investigó el amplio período que va desde los años 30 hasta los 70. Ese recorte comienza en los inicios de la emblemática revista cultural Sur que fundó y dirigió Ocampo, en la que aparecieron firmas como las de Jorge Luís Borges y Adolfo Bioy Casares, Henry Miller, Thomas Mann, Octavio Paz, André Malraux y Gabriela Mistral, entre otros. También incluyó su actividad como cabeza de la editorial Sur, en la que se publicaron a los autores y las autoras más importantes de la época, como Federico García Lorca, Aldous Huxley, Virginia Woolf, Graham Greene, Roger Caillois, Albert Camus, Jean- Paul Sartre o Gabriela Mistral. El análisis de González llega hasta los últimos años de vida de Victoria, cuando ésta se consagró como la primera mujer incorporada a la Academia Argentina de Letras. También se detiene en la recuperación que se realizó de Victoria luego de su muerte.
“Me interesó bucear en su rol como intelectual, pero también en su relación con el peronismo y el avance de los procesos democratizadores, y en las cuestiones de género y clase”, dice. “Su figura siempre fue recuperada por su carácter disruptor, pero es interesante pensar también que ella tenía otras posibilidades que no tenían otras mujeres de otros sectores sociales de la época”, advierte la historiadora. “Victoria era la primogénita de una familia de elite compuesta por mujeres: sus padres deseaban –como lo muestra ella en sus escritos- un varón que nunca llegó, y Victoria, en cierto sentido, encarnó ese lugar vacante. De allí que puede pensarse como heredera de esa tradición familiar. Su padre se opuso a que se dedicara a su primera vocación, el teatro, y a su labor cultural. Recién luego de la muerte del padre, ella incursionó en el campo cultural en el cual ya había empezado a participar desde los veinte, con una impronta mayor en Sur que fundó en 1931. El costado más discutido de Victoria, fue el de su profundo rechazo hacia lo masivo y lo popular, que se vio más notoriamente frente al peronismo. Ella pertenecía a una elite que se autopercibió como desplazada y afrentada identitariamente por el peronismo, este es quizás su costado más tenso y controvertido más allá de su indudable valor cultural”, señala González.
El lugar de elite que ocupó ella y su familia quedó asentado en los seis tomos de su Autobiografía, publicados por Ediciones Revista Sur luego de su muerte, en donde Victoria Ocampo repasó al inicio –como también hicieron otros intelectuales- su genealogía. Esos escritos, sumados a los diez tomos de sus Testimonios, la correspondencia que mantenía con Gabriela Mistral, las Cartas de Posguerra publicadas en 2009 y algunos números de la revista Sur, fueron el corpus que sirvió para el análisis histórico que realizó González.
Otro punto abordado por la historiadora fue la identificación de Victoria Ocampo con el feminismo. “Victoria recuperó a Virginia Woolf, fue su referente. Si bien ella militó de 1936 a 1938 junto con María Rosa Oliver y Susana Larguía, entre otras, en la Unión Argentina de Mujeres, y tuvo una fuerte participación política en la lucha por los derechos civiles de las mujeres y también políticos, luego no apoyó la aprobación del sufragio femenino en nuestro país, porque lo enlazó al peronismo, y ella era marcadamente antiperonista. Esto hay que ponerlo en contexto, donde buena parte del arco intelectual se núcleo en el antifascismo y veía al peronismo como la encarnación del fascismo en nuestro país. Recién hacia los años 70, la revista Sur publicó un número dedicado enteramente a la mujer, donde publicaron, entre otras, Indira Gandhi, María Rosa Oliver, Alicia Moreau de Justo y Alicia Jurado. En ese número, Victoria publica La trastienda de la Historia y recupera al sufragismo, a su referente Virginia Woolf y menciona la obra de Robin Morgan y Betty Friedan. También se posiciona a favor del aborto”.
Para González, el aporte más grande que hizo Victoria Ocampo fue Sur, y ligado a este el de una “traducción de culturas”, un punto marcado por María Teresa Gramuglio, reconocida estudiosa de diversos autores de la literatura argentina. “Victoria ocupó el rol de mecenas, tarea que no era una tontería en los años 30, y logró hacerse un lugar en un mundo intelectual, que aún hoy es predominantemente masculino. Si en 2019 en muchos ámbitos intelectuales todavía están en tensión las cuestiones de género, es complejo pensar en lo esto significó en los años 30”.
La historiadora encuentra huellas de la intelectual en más de una manifestación cultural actual. “Hoy las marcas de Victoria están en todo lo referente a la alta cultura. La mayoría de los autores y autoras que seguimos leyendo aparecieron, en muchos casos, en Sur. En definitiva, la idea central de Victoria fue educar al país y a América”, advierte González. “Sin ir más lejos, el otro día un amigo me contó que se había comprado un libro de Sartre –agrega la investigadora- y yo le dije: ¿sabés quién lo publicó? Sur. Hasta en eso se ve cómo Victoria fue una gran influencia en relación por ejemplo a los y las intelectuales que seguimos leyendo”.
Por Cintia Kemelmajer