¿Qué pasó entre vegetación, clima e incendios durante el último milenio al este de la cordillera de los Andes?

Un equipo de especialistas del CONICET, entre los que se encuentra el marplatense Diego Navarro del IIMyC, buscó responder a la pregunta sobre cómo fueron las relaciones entre vegetación, clima e incendios en la vertiente este de la cordillera de los Andes durante los últimos mil años. Para ello realizaron un análisis interdisciplinaria que registra la relación clima-ambiente y humano-ambiente incorporando cómo la actividad humana, antes y después de la colonización europea, moduló la ocurrencia, frecuencia y magnitud de incendios en los ecosistemas analizados.


Un grupo de investigación interdisciplinario, del cual formó parte Diego Navarro, profesional de apoyo adjunto del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC, CONICET-UNMDP) publicó recientemente un estudio sobre la relación entre la vegetación, el clima y la actividad humana en la Cordillera de los Andes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). El trabajo, explicado en la nota realizada por el CONICET Mendoza (https://bit.ly/3OENvaR),  consistía en los resultados de los registros arqueológicos, históricos, etnográficos y paleoambientales de alta resolución obtenidos de las lagunas El Sosneado (en el Sur de Mendoza) y Portezuelo, del Lago Mosquito y del Mallín Río Rubens antes de la llegada de los colonos europeos.

Diego explica que el trabajo de campo para evaluar la historia de la vegetación y la dinámica del fuego en la ladera este de los Andes Patagónicos y comparar procesos y tendencias de cambio con registros del Oeste de Norteamérica se realizó en el 2008, en el marco de un proyecto del Laboratorio de Paleoecología de la Montana State University (MSU). “Significó un gran logro poder incluir en el proyecto el sur de Mendoza donde estaba realizando reconstrucciones similares para mi tesis doctoral, en el laboratorio de Paleoecología y Palinología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP) gracias a una beca del CONICET, sin embargo esa determinación tenía resoluciones temporales menores, es decir con menor grado de detalle y registros discontinuos”, añade el biólogo.

El objetivo de su trabajo doctoral era realizar reconstrucciones de la vegetación del pasado a partir del análisis de polen fósil. Sin embargo Diego anhelaba añadir también la historia de la dinámica de fuego. Tras ponerse en contacto con Cathy Whitlock de la MSU, quien lideraba el desarrollo de las técnicas de muestreo y análisis de datos para la reconstrucción del fuego a partir de partículas de carbón fósil, logró incluir este tipo de análisis para los sedimentos de su área de análisis: la vertiente este de la Cordillera de los Andes. Diego añade: “Gracias a la generosidad de Cathy y la invaluable ayuda de la gente de su laboratorio finalmente este registro terminó siendo central en la tesis que defendí en el 2011”.

Reconstruir las condiciones ambientales del pasado sólo puede hacerse si se conoce como son las relaciones del clima, la vegetación y los procesos de cambio actuales y para esto se requiere tomar contacto estrecho con la naturaleza, pasar tiempo en el campo, observar y aprender de quienes lo han hecho por más tiempo. Fue un privilegio haber sido parte de ese proceso acompañado de personas valiosísimas”, comparte el especialista. Las personas a las que Diego Navarro hace referencia son: William Nanavati de la Portland State University, University of Oregon; Cathy Whitlock de la Montana State University; María Eugenia de Porras, investigadora adjunta del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA-CONICET), Adolfo Gil, investigador principal y Gustavo Neme, investigador independiente, ambos integrantes del Instituto de Evolución, Ecología Histórica y Ambiente (IDEVEA, CONICET-UTN).

El biólogo explica que el trabajo de campo es muy sacrificado: extraer testigos de sedimento de lagos en ambientes remotos requiere al mismo tiempo de resistencia física en largas jornadas de muestreo, atención al detalle, coordinación de acciones con los demás colaboradores y una logística compleja. Y el análisis posterior de los sedimentos lleva años, como así también la publicación de los resultados. Al respecto Navarro reflexiona: “Eso me lleva a mirar en perspectiva, y valorar la fortuna de haber formado parte de equipos con personas muy capaces y generosas que entienden que hacer ciencia es una construcción colectiva, un ejercicio de confianza mutua en las capacidades del otro para resolver incógnitas que nos presenta la naturaleza”.

Para el especialista este estudio tiene dos aspectos destacables. Por un lado, es el primer registro paleoambiental y paleoclimático de alta resolución en ambientes altoandinos de la provincia de Mendoza para el Holoceno tardío. Esto permite comprender la variabilidad natural que los ecosistemas de alta montaña han tenido en el pasado. Y, por otra parte, incluye en la reconstrucción paleoambiental, la influencia de la actividad humana amplificando o amortiguando los efectos del clima sobre la vegetación y la actividad de fuego a escala más local. Este último hecho resulta importante dado que el fuego es uno de los disturbios naturales más importantes en la estructuración de comunidades de estos ambientes. De allí se desprende que el fuego no estaría solamente modulado por las condiciones climáticas.

“Mi desarrollo profesional me llevó por otros caminos y la publicación de estos resultados, más allá de la tesis, se pospuso hasta que gracias al trabajo de William Nanavati completando el análisis y fundamentalmente a la perseverancia de Maria Eugenia de Porras, se incluyó en una reconstrucción más regional y en este caso con foco en la interacción bidireccional entre los cambios ambientales y la actividad antrópica en los últimos 1000 años”, concluye Diego.

 

Por Daniela Garanzini para CONICET Mar del Plata