Vera Álvarez preside el CONICET Mar del Plata y es la primera mujer en ocupar ese cargo en el organismo a nivel local donde estará al frente de los más de 1100 integrantes del organismo, nucleados muchos de ellos en diez institutos de investigación, pero también es hermana mayor de tres, hija de Oscar Álvarez chofer del 562 y Margarita Martínez, camarera del histórico restaurante marplatense Montencatini, y primera generación de su familia que pudo acceder a la educación más allá del nivel secundario. Además, es investigadora y directora del Instituto de Investigación en Ciencia y Tecnología de Materiales (INTEMA, CONICET-UNMDP), profesora de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP) y presidenta de la Fundación Argentina de Nanotecnología (FAN).
Álvarez tiene muchos desafíos por delante, según ella misma describe, pero el primero que señala es el de realizar el aporte necesario para que Mar del Plata pueda resolver el grave problema de desocupación. Además, resalta que busca en su gestión priorizar a las personas: “Quiero que mi gestión sea para acercar a las personas. Que la sociedad pueda conocer qué hace el CONICET Mar del Plata para resolver sus problemas, pero también para las personas que forman parte del organismo, que sepan que yo voy a escuchar y trabajar para resolver los problemas que se presenten”, afirma la especialista.
Vera llegó a Mar del Plata a los ocho años y desde entonces realizó todo su recorrido educativo en aulas de la educación pública. La primaria transcurrió en la Escuela 15 y para la etapa secundaria eligió hacerlo en el Colegio Nacional Arturo Illia. Cuando recuerda esta etapa se conmueve y cuenta que fue un paso clave para llegar al lugar en el que se encuentra hoy. “En el Illia comprendí que podía seguir estudiando e investigar y que eso era un trabajo, estuve indecisa entre tres carreras: teatro, asistencia social o ingeniería, pero me decidí por la última porque me gustaba resolver problemas, de alguna manera las tres profesiones están en mi tarea actual, porque sigo haciendo teatro y estoy convencida de que la ciencia tiene que resolver problemas para mejorar la vida de toda la población”, añade Vera.
Cuando llegó el momento de la carrera universitaria si bien ya había definido que iba a ser dentro de la Facultad de Ingeniería aún restaba decidir dentro de qué especialidad y entonces una charla de Pablo Stefani, también integrante del INTEMA, definió el destino de Vera. Stefani compartió con los futuros estudiantes las competencias e intereses de la ingeniería en materiales, carrera que aún no tenía egresados en la ciudad. Para Vera poder acceder a la educación superior tenía un valor especial a nivel familiar: “estudiar era una forma de alcanzar una vida mejor, pero también de devolverle a mis padres todo el esfuerzo que hicieron por mí”, recuerda Vera.
Al acercarse al final de su carrera la investigadora Analía Vázquez, y su directora de tesis, le propuso solicitar una beca de la Fundación Antorchas para poder iniciar el recorrido doctoral. Álvarez recuerda que esta beca tenía dos requisitos: la excelencia académica y pertenecer a una familia de bajos recursos, ambas exigencias cumplidas por Vera. Se otorgaban un total de 20 becas en todo el país y sólo cinco eran destinadas a personas que trabajaran en al área de Ingeniería o Exactas, aunque las chances eran pocas fue seleccionada para acceder a la etapa de entrevistas, que se realizaba en Buenos Aires. Con muchísimo esfuerzo logró reunir el dinero y viajó junto a su papá, “Yo nunca había ido a Buenos Aires, entonces me acompañó mi papá, hoy me parece una locura, viajo casi semanalmente a distintos eventos y reuniones”, reflexiona la investigadora. El resultado de la convocatoria llegó a Vera, otra vez, de la mano de su padre, “en ese momento se publicaban los resultados en el Diario La Nación, lo recuerdo muy bien, fue un 1º de marzo, mi papá fue hasta el kiosco, compró el diario y ahí estaba mi nombre, tenía beca para poder comenzar a investigar”, cuenta la directora.
Vázquez, quien dirigió su trabajo doctoral la inspiró a amar la ciencia y buscar el aporte a la sociedad. Su convicción puede resumirse en sus propias palabras: “Cuando alguien que trabaja 12 horas, viaja en colectivo, compra un paquete de yerba y paga sus impuestos está pagando mi sueldo, eso es una responsabilidad sobre la espalda de quienes trabajamos en el sistema científico público, tenemos la capacidad de devolver algo tenemos que hacerlo. Y las tareas de gestión son una forma de devolverlo, son actividades solidarias que buscan el bien común, de la comunidad científica y de la sociedad toda”, añade la ingeniera.
La carrera de investigadora surgió ni bien culminó su doctorado: “Eran épocas donde estudiar un doctorado no aseguraba un trabajo, muchas compañeras nuestras habían realizado esa formación y vendían ropa en valijas por los laboratorios y aulas, pero yo no veía otra opción y cuando terminé el doctorado me presenté al ingreso a carrera e ingresé”, rememora Vera. Al año siguiente comenzó a dirigir tesis doctorales, sumó la actividad docente y las tareas de gestión. Si bien durante muchos años fue la directora del grupo de investigación “Materiales Compuestos Termoplásticos”, que pasó por distintas etapas hasta consolidarse como tal, desde hace un tiempo ese puesto lo ocupa el investigador Leandro Ludueña. “Leandro fue mi primer becario y está más que preparado para poder guiar y acompañar a cada integrante del grupo y poder contar con él en ese lugar me permitió también poder dar un paso al costado en la investigación propiamente dicha y dedicarme completamente a la gestión y la docencia”, señala Vera.
La ciencia en la Argentina ha progresado significativamente, según señala Álvarez, desde la inversión en equipamientos, en infraestructura como la incorporación de personal altamente calificado para las actividades de investigación. Los resultados han sido más evidentes durante la pandemia que atravesó el planeta en 2020. “En nuestro país pudimos contar con kits diagnósticos, respiradores, análisis de la población para aplicar políticas públicas e incluso una vacuna, que es una plataforma disponible para nuevos desarrollos. Es importante resaltar todos estos aportes, porque en otros países no hubo un barbijo del CONICET que articulara investigación, producción local y prevención, lo que sucedió aquí fue excepcional y tiene que ver con políticas públicas y una ciencia al servicio de la comunidad”, sostiene Alvarez
Para la directora el conocimiento científico puede aportar valor al desarrollo de servicios y productos para fomentar la creación de nuevos empleos, con un impacto directo en el mercado laboral marplatense. En este sentido la investigadora resalta su objetivo de revalorizar a las personas en la ciencia. “Quiero que la ciencia sea de las personas y para las personas”, concluye Vera Alvarez.
Por Daniela Garanzini para el CONICET Mar del Plata